Por Elsa Díaz Coria, publicado originalmente en El Economista.
- La campaña intimidatoria de Donald Trump hacia los mexicanos le ha dado a nuestra sociedad la condición de una ciudadanía global, y ha elevado la marca México hasta horizontes insospechados.
En el próximo escenario económico mundial, los cambios que se avecinan iniciarán con la modificación de la actual alianza comercial entre México y los Estados Unidos, lo que colocará a nuestro país en el epicentro de la siguiente transformación del intercambio comercial entre las naciones.
La campaña intimidatoria de Donald Trump hacia los mexicanos le ha dado a nuestra sociedad la condición de una ciudadanía global, y ha elevado la marca México hasta horizontes insospechados. México parece surgir de entre la maleza de la corrupción y la impunidad, como un país admirado por muchos líderes globales que están enalteciendo los valores de nuestra identidad nacional. Esta condición tendría que ser aprovechada para crear una nueva Marca México, sin necesidad de que dependa del gobierno.
Una estrategia marca país corresponde a la ejecución de acciones de comunicación que fundamentan los bienes intangibles de las naciones: valores, identidad, cultura, gente y riqueza, a través de generar evidencias sobre hechos concretos y reales.
En esta línea de acción, la comunidad empresarial que habita en el país tiene una oportunidad para trascender sobre el cisma venidero al cambio de las políticas norteamericanas, y asegurar su empatía con el mercado nacional e internacional, su interlocución con los poderes políticos y una posición en el debate de la economía global.
Para las empresas nacionales y las extranjeras radicadas en nuestro país, una campaña Marca México puede representar la forma de fijar sus posturas frente a la política de los Estados Unidos, y tener un papel más activo en la economía global para crear un frente que contenga el probable bloqueo a las prácticas de negocios sin fronteras.
La alianza social de las empresas con nuestro mercado, podrían situarse a través de su comunicación pública, incluida la publicidad, para apoyar a que el consumo en el país no se retraiga, y promover la confianza entre los inversionistas del extranjero. Ya existen empresas que lo están poniendo en práctica.
Hoy los programas de responsabilidad social pueden tener un significado importante para trascender en los vínculos con el consumidor. La mayor parte de las empresas cuentan causas sociales, sin embargo, estás deben de dejar de ser actos de buena voluntad. Es importante que se incluyan entre los objetivos de negocio y en programas de largo aliento que las haga sostenibles.
En la construcción de nuestra nueva marca país las empresas deben trascender en una cultura de inclusión social, tolerancia a la diversidad, respeto a las tradiciones y agregarle sentido a la ciudadanía global.
*Elsa Díaz Coria A. es socia y directora de Bola de Papel.