Por Elsa Díaz Coria. Publicado originalmente en El Financiero.
Para Joaquín El Chapo Guzmán parece que ni los corridos, ni las teleseries de ahora eran suficientes para sustentar la apología de un narcotraficante. Él necesitaba articular una estrategia que lo reivindicara y que justificara su proceder ante el mundo.
Más allá de su de narcisismo, lo que estaba construyendo el capo era una campaña de reputación pública para ser aceptado por la población a través una comunicación triunfante y abierta, con el probable objetivo de ser el ladrón bueno, idealizado por las multitudes.
La ruta de su campaña comprendía la publicación de una entrevista a modo, la planeación de la producción de una película con su historia, la alianza emotiva con una actriz popular y el registro de una marca propia. Todo en el camino le fue saliendo mal.
La entrevista: El Chapo no pudo convencer a un auténtico periodista de hacer la entrevista tal como la quería, y tuvo que recurrir al actor Sean Penn. La entrevista resultó en una larga introducción de 13 cuartillas sobre la crónica del viaje de Penn a México, y el resto, un texto interminable de preguntas y respuestas con arreglos del narcotraficante. El propio actor ha reconocido que su entrevista fue un fracaso.
La película: Resulta muy difícil pensar en una producción que se pague con dinero del narco. Cualquier persona involucrada en ese propósito estaría involucrándose en un ilícito, con riesgo de prisión. Por lo tanto, la película producida por El Chapo quedará pendiente.
La alianza con la actriz. Al vincularse emotivamente con Kate del Castillo, El Chapo alcanzaría un grado de aceptación privilegiada entre el público, por eso no es gratuito que haya buscado a su Reina del Sur. Pero al capo le falló su pragmatismo, y en medio del apapacho telefónico con la actriz, lo descubrieron mientras huía.
La marca “Chapo Guzmán”: Trascendió que le fue negado el registro de su marca “Chapo Guzmán”. No obstante, antes le fue dado el registro de la marca “El Chapo”, que para sus intereses no importa tanto ya que Chapo es sinónimo de chaparro entre la gente del norte. “Con el registro de su alias Guzmán Loera adquiriría proporciones muy atractivas en la opción de convertirle en propiedad privada”, advierte Mauricio Jalife en un reciente artículo.
Toda la estrategia estaba bien dispuesta, el problema era la causa y todos los ingredientes de legalidad para su ejecución. ¿Hubo acaso un profesional de la comunicación involucrado en este ejercicio? Parecería la campaña de un político y no la de un delincuente.